Por
Ernesto Wong Maestre
La
avalancha informativa sobre el proceso electoral presidencial de los Estados
Unidos de Norteamérica en sus más disimiles modalidades y vertientes políticas,
sociales y hasta personales, no hacen sino confirmar que ese país nunca más, al
menos por varias décadas, podrá volver a exhibir su modo de vida como un modelo
para el mundo. El “american way of life” quedó enterrado en el siglo XXI junto
al ALCA y a las pretensiones geopolíticas de volver a ser el gran hegemón
mundial. Así lo reconocen hasta los más conservadores analistas políticos del
imperio.
Hoy
la humanidad ve a simple vista como un gran multimillonario llamado Donald
Trump, del partido Republicano, lo impusieron en esa organización para quedar
de candidato del partido neoconservador, el mismo que lideró el antiesclavista
Abraham Lincoln en 1860, el invasor Theodore Roosevelt en 1901, el fraudulento
Richard Nixon en los 70 o el mismísimo George W. Bush iniciando los 2000, quien
propinó el primer golpe de Estado enmascarado en la historia de la nación
norteamericana para crear las mejores condiciones internas que avalaran sus
incursiones militares en el Medio Oriente a partir del 2002 después de la
destrucción de Yugoslavia por las fuerzas de la OTAN entre 1990 y 1992 cuando
este país desaparece como Estado Nación. Trump se distanció, en lo que va de
campaña, de acuerdos consensuados entre los dos partidos tradicionales que se
han disputado y ejercido el poder en EEUU desde que se fundó como
confederación. Sus críticas personales hacia su contendiente, y hacia la
inmigración mexicana, desconociendo sus aportes al crecimiento industrial del
país y criminalizándola, y el llamado al desastre nacional de no ser electo, lo
catapultaron hacia la posibilidad virtual de ser elegido presidente este martes
ocho de noviembre, lo que significa aún su carácter virtual, todo un hito,
unido a lo ocurrido en el partido demócrata con Bernie Sanders, en la crisis
del sistema político del bipartidismo clásico estadounidense, y que en los
próximos años dejará de ser un hito para consolidarse como tendencia.
También
el mundo ve con cierto estupor como Hillary Clinton, la primera mujer
estadounidense que aspira con grandes posibilidades a la primera magistratura
del país, ha ascendido políticamente después que fue la Secretaria de Estado
responsable de la debacle que hoy ocurre en el país africano de Libia,
destruido y sin control de ninguna fuerza, siendo el país africano de mejores estándares
de vida antes de la intervención militar de la OTAN. Y no solo eso, sino que la
Clinton fue la negociadora de la entrega del líder Muhamar Al Gadaffi a las
fuerzas interventoras para que lo asesinaran después, a cambio, posiblemente,
de la aceptación por los principales cabecillas rebeldes de la presencia
explotadora de las corporaciones estadounidenses para saquear el petróleo y
reconstruir al país destruido por la OTAN. La señora Clinton es la operadora
política que el llamado “gobierno en la sombra” o el complejo
militar-financiero-comunicacional (CMFC) eligió para manipular económica y
psicológicamente a la juventud y a la mujer, organizados en fundaciones o
asociaciones civiles, de los países del sur para impulsar y alcanzar sus
objetivos de reconquistas geopolíticas, derrocando gobiernos “incómodos” para
el imperialismo yanqui, es decir, gobiernos progresistas. Y así lo seguirá
tratando de hacer en América Latina.
Entre
esas dos candidaturas que han protagonizado el más caro show electoral estadounidense,
estará quien aparezca públicamente conducir al país en los próximos cuatro años
que para muchos analistas geopolíticos será la señora Clinton mientras que para
analistas de tendencias semiótico políticas será Trump. El problema es que los
dos candidatos han coincidido en que el imperio debe seguir rigiendo los
destinos de la humanidad –de ahí su empate técnico- por ser los enviados del
supremo dios o por ser lo más útil para las mega corporaciones que se han
impuesto gobernar al mundo a través de generales experimentados en las guerras
del Medio Oriente, estrategas financieros capacitados para quebrar a los
adversarios y ejecutivos de cuentas de publicidad especializados en formar la
opinión pública de apoyo a cada estrategia imperial, los tres tipos de
directivos que en ese CMFC se articulan con sus lacayos del sur para alcanzar
los objetivos estratégicos de EEUU.
Hoy, a pocas horas de
conocer el resultado electoral estadounidense, sus operadores políticos en
Venezuela prefieren seguir haciendo loas a los halcones de la guerra
estadounidenses usando la fecha del 11 de noviembre (aniversario de los
Veteranos de Guerra yanquis), para fijar su ultimátum golpista contra el
gobierno bolivariano de Nicolás Maduro quien no ha hecho más que cumplir con su
pueblo e incluso, hasta con el pueblo pobre de Harlem en los Estados Unidos al
enviarle parte de su riqueza petrolera para enfrentar, con calefacción de bajo
costo, las heladas, ratificando con ello también que el legado de Chávez lo
sigue cumpliendo el gobierno de Nicolás Maduro.
@ProfeWong
www.profewong.blogspot.com
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